Hace mucho que quería escribir este artículo, y es esta una ocasión inmejorable para ello. Alfonso Carlos ha recibido un reconocimiento de los socialistas de Villacarrillo, al que se ha sumado bastantes personas ajenas a este partido. En la cena se proyecto un pequeño relato de su vida política que reproduzco aquí:
Alfonso Carlos es un veterano militante que ha llegado a ocupar el cargo más importante de Villacarrillo, el de alcalde, entre los años 1991 a 1995, que compatibilizó con el de Diputado Provincial. Como de cualquier político, es discutible su gestión, pero lo que le reconoce hasta el menos afecto son unas cualidades excepcionales, y hoy en día en poco uso, como la honestidad, la lealtad, el desinterés, el altruismo, fuertes convicciones sociales y un amor desmedido por su pueblo.
En 1991 tuve la oportunidad de coordinar, junto al desaparecido José Ángel Tortosa, la campaña que le llevó a la alcaldía, y aunque me volvía loco por su poca afición a atenerse a cualquier guión, lo superaba con creces con una innata capacidad para improvisar y conectar con cualquier vecino.
Durante su mandato, se pusieron las bases del Villacarrillo de hoy, a pesar de lo cual sufrió el episodio más innoble que se ha dado en la política en Villacarrillo, y que hoy debería avergonzar a sus autores.
Dado que no alcanzó la mayoría absoluta, dependía de pactos puntuales para el gobierno, lo que fue aprovechado por la oposición para someterlo a un vergonzoso cerco, acoso y derribo que pasó de bloquear toda iniciativa, todo presupuesto y todo proyecto hasta llegar al extremo de negarle el pan, y en este caso no fue una frase hecha, fue la realidad. Un trabajador que dependía del trabajo de sus manos, pero que dedicaba el 200 por 100 de su tiempo al Ayuntamiento y al que le negaron el sustento y el de su familia.Todo capitaneado por el político más oscuro de la democracia de Villacarrillo, pero que no habría tenido éxito sin la colaboración más incomprensible de todas, la del concejal de Izquierda Unida de la época, de infausto recuerdo que, contra todos sus principios y los de la clase obrera, se sumó a la causa.
No se trata de socialistas, derechas o izquierdas, se trata de personas, de familias a las que se hizo un daño irreparable, y espero que sus autores sientan vergüenza de aquella acción. Nunca más ese juego sucio.
De aquellos polvos, estos lodos, pues tamaña injusticia impulsó a gente que nunca había pensado en dedicarse a la política a desterrar esa forma de humillar al adversario y esos modos abyectos de hundir al oponente. Yo soy uno de ellos, y reconozco que sin Alfonso Carlos habría acabado lejos del Ayuntamiento.
Alfonso Carlos es hoy un ejemplo de desprendimiento y honestidad, un amigo de muchos amigos, un marido, padre y abuelo del que pueden hablar con orgullo ellos y los vecinos de Villacarrillo.
Y si este artículo a alguno incomoda, pido disculpas, pero confirmo su veracidad.
Y sobre todo me queda de Alfonso Carlos su entusiasmo, su pasión por la vida, sus principios solidarios, su humanidad y su afecto.
Y sobre todo me queda de Alfonso Carlos su entusiasmo, su pasión por la vida, sus principios solidarios, su humanidad y su afecto.